REYES MAGOS Y NIÑOS: LOS DEMÁS, ABSTENERSE
Por Santiago Álvarez de Mon en Expansión, 5-1.
En la madurez, gracias al ingenio e imaginación de mi mujer, he vivido con mis cinco hijos escenas de similar embrujo y felicidad. Las caras de asombro y perplejidad de los enanos compensan cualquier sacrificio, justifican la batalla de las compras para hacerse con el obsequio solicitado en una carta ingenua, tierna, larga y agradecida. Reyes es la fiesta de los niños, su día del año. Ni santo, ni cumpleaños, nada como Melchor, Gaspar y Baltasar, imbatibles. Mi querido y admirado Unamuno, siempre torturado en su pugna personal entre fe y razón, tiene un texto que habla por mí: “Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido a mi pesar. Si no agrandas la puerta, Padre, achícame por piedad, vuélveme a la edad aquella, que vivir era soñar (…)”. Políticos full-time, de lunes a domingo, las veinticuatro horas del día, ni los villancicos, ni el turrón, ni el champán, consiguen callarles. Piel gruesa, insensibilidad a prueba de balas, a lo largo del año se mueven cómodos en disputas ideológicas carentes de originalidad y espíritu constructivo. ¿Es mucho pedir que se tomen un descanso, que respeten la Navidad como un remanso de concordia y solidaridad? Por favor, declárense en huelga, ejerzan ese derecho constitucional, y dejen en paz a los niños, grandes protagonistas junto a los Reyes Magos. ¿Alguna vez fueron niños? Pues recuperen ese tiempo.