EL ENCUENTRO ESCRITOR-LECTOR
POR SANTIAGO ÁLVAREZ DE MON. Ex.15-3.
En comunión con Susan Sontag –“La lectura precede a la escritura”– Pinker trae a colación una obviedad. “La mejor forma de aprender a escribir es leer mucho”. Rarísimo encontrar una persona que engarce ideas, sentimientos, conceptos, experiencias, sensaciones, con fluidez, que se mueva entre palabras con facilidad, y que no sea un lector empedernido. Como siempre, se trata de aprender, y esta empresa vital, diaria, no tiene por qué se aburrida. “Aprender a escribir puede ser un placer, igual que aprender a cocinar, a fotografiar”. La tarea de enfrentarse al papel en blanco, siendo una disciplina exigente, desafiante, también puede ser divertida.
Pinker aborda una cuestión de estilo decisiva, inherente a cualquier buen comunicador. “La claridad es la base de la buena escritura”. Esta tiene mucho que ver con la brevedad, con el uso sobrio y preciso de las palabras, en lugar de perderse en formas empalagosas y repetitivas.Ya lo decía un maestro insigne, Baltasar Gracián, “La brevedad es hermana del talento”. En esta línea se pronuncia nuestro protagonista: “Cuanto más eficaz sea el escritor, menos se percibirá la presencia de su estilo… El estilo clásico requiere una enorme cantidad de esfuerzo y planificación, pero su principal objetivo es ocultar su propia presencia”. Condensar una charla de una hora en la mitad de tiempo, sin tocar la médula del mensaje, requiere una dosis adicional de inteligencia y trabajo. Se conecta mejor con la audiencia cuando los mensajes son pocos y selectivos. Comunicar no es recitar como un empollón un guión prolijo. Restar palabras y ser capaz de decir en un folio lo que otros hacen en páginas anodinas, a menudo constituye la frontera diferencial entre la excelencia y la mediocridad.