ENANOS JUGANDO A GIGANTES
Por Santiago Álvarez de Mon en Ex.11-6-21.
Desde que era joven he tendido a relacionar la política con otras ramas del saber humano. De un modo u otro, la tarea de gobernar precisa de una base humanística multidisciplinar. Algo tienen que decir al respecto la economía –cómo generar y distribuir riqueza es su última razón de ser–, la sociología –el estudio del comportamiento social del ser humano, el análisis de las instituciones de la sociedad–, la psicología –el interior de las personas, su caldera emocional, afectiva, es su leit motiv– y la filosofía. En mi reivindicación de las humanidades para entender, renovar y prestigiar la política, tan denostada en muchas zonas del planeta, ésta juega un papel fundamental. Encargada de asumir el delicado papel de formular las grandes preguntas existenciales –¿cuál es el propósito último de vivir?, ¿quiénes somos?, ¿relación entre nosotros y la comunidad?– dirige la mirada al sustrato moral de la acción pública, al poso de valores universales e intemporales que nos definen y explican como seres civilizados. La filosofía urge a la política a no quedarse en la epidermis, a no convertirse en una mera maquinaria de marketing para ganar elecciones. Por este motivo me gusta distinguir entre el mero ejercicio del poder –la potestas del derecho romano– y el ejercicio de un liderazgo inspirador capaz de alumbrar lo mejor de hombres y mujeres libres, independientes –la autoritas personal del gobernante–. Desgraciadamente, no siempre caminan juntos.Recomendamos seguir leyendo en el enlace: