PROPÓSITO DE LA ENMIENDA
Por Santiago Álvarez de Mon. Profesor del IESE. Ex.14-1-22.
Si me enfrasco entonces en el clásico ejercicio de estas fechas, por un lado, hacer balance de 2021, y por otro, fijar objetivos, diseñar planes de mejora para 2022, me gustaría llamar la atención sobre una costumbre en la que cae mucha gente. ¿Se acuerda de las promesas realizadas hace un año? Aparcado el factor pandemia, ¿cuántas de ellas se han cumplido? En todo caso, a lo hecho, pecho; no tiene sentido martirizarnos con lo que ya es irreversible. Miremos al futuro inmediato, a este 2022 que ya está aquí entre nosotros. ¿Qué esperamos del mismo? ¿Cuáles son nuestros deseos más queridos, nuestras expectativas e ilusiones más sentidas? Tarea loable, gimnasia necesaria, ¿cómo se despliegan las diferentes dimensiones de nuestra vida? ¿A qué aspiro en el curso de mi carrera profesional? ¿Cambio de empresa, promoción interna, subida salarial? ¿Emprender de una vez por todas, lanzarme a la aventura? ¿Encontrar un trabajo más acorde con mis talentos y capacidades? ¿Salir al extranjero y adquirir una experiencia internacional diferencial? En el plano social, ¿cultivar más las relaciones de amistad? ¿Ser más sensible a las demandas y necesidades de una comunidad que sufre? En el apartado ocio, ¿practicar nuestros hobbies, cuidar nuestra salud, estar en forma, leer, viajar, prestar más atención a la cultura, a las artes? Y en el capítulo familiar, ¿cómo están las cosas? ¿Prima la alegría, el optimismo, el placer, o las preocupaciones, un excesivo sentido del deber, de la responsabilidad –¡qué difícil resulta educar en la sociedad digital!– tensiona la convivencia diaria entre generaciones diferentes?