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El 20 de octubre se pararon muchas cosas en Internet.
No hace falta entrar en siglas: durante horas, miles de servicios dejaron de funcionar. Y la pregunta no es “¿por qué pasó?”, sino “¿qué le pasa a nuestra formación cuando pasa?”.
Piensa en un día cualquiera: onboarding de una red de oficinas, un curso de prevención de fraude, una certificación obligatoria. Si la plataforma no abre, no aprendemos; si no aprendemos, riesgo operativo. Así de simple.
El reto es tangible: que el alumno siga avanzando aunque la tecnología tosa. No hablamos de servidores ni regiones. Hablamos de continuidad, reputación y cumplimiento.
¿Qué podemos hacer desde mañana en banca y seguros?
Plan B visible para el alumno
Una página de “incidencia” que no sea un muro. Mensaje claro (“qué pasa y cuánto durará”), un botón de contenido esencial en PDF y un formulario de “lo retomo luego”. Sin tecnicismos, con tono humano.Reglas de juego para los mandos
Cuando algo se cae, el responsable de equipo necesita una guía de una página: qué decir al equipo, qué tareas alternativas priorizar (p. ej., microcontenidos offline, repaso de casos), y cómo justificar exenciones de plazos sin pedir favores.Un simulacro corto y con fecha
30 minutos, una vez al trimestre. Aviso: “hoy a las 16:00 la plataforma no estará”. ¿Somos capaces de reprogramar, informar y que nadie pierda el hilo? Si no lo probamos, no existe.
Se puede medir sin mareos:
• % de alumnos que siguen aprendiendo durante una incidencia.
Tiempo de respuesta hasta el primer mensaje claro.
Satisfacción post-incidencia con dos preguntas: “¿Te sentiste informado?” y “¿Pudiste continuar?”.
No necesitamos un diccionario técnico; necesitamos hábitos. Un mensaje humano, una salida offline y una práctica trimestral. Con eso ya se baja mucho el riesgo.
Porque al final, la tecnología falla. Lo que no puede fallar es la capacidad de aprender. Y esa sí está en nuestras manos.






