FORMACIÓN EN CIENCIA DE DATOS E IA
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UPV IA: Asistente vs. herramienta para pensar

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UPV IA: Asistente vs. herramienta para pensar

29 de octubre de 2025

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Editorial Gref

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IA: asistente vs. herramienta para pensar

“La IA hace más tonto al que ya era tonto y más listo al que ya era listo”
― David Roldán Martínez

En la UPV hemos intensificado un trabajo que, más que tecnológico, es pedagógico: ayudar a nuestros alumnos del Master en Asesoramiento Financiero y las Certificaciones MiFID y LCCI a relacionarse con la inteligencia artificial de una manera más profunda. Queremos lograr que utilicen la IA para expandir el razonamiento, no para sustituirlo.

Pensamos que el verdadero valor de la IA está en saber usarla bien: contrastando, validando y reformulando. Buscamos el PENSAMIENTO EXPERTO. Que los alumnos aprendan a decidir con mayor conciencia, y a mirar sus propias ideas con una visión crítica.


En este proceso hemos aprendido algo esencial: el problema no es el uso de la IA, sino la falta de contraste. Muchos confían en lo que devuelve la máquina sin preguntarse si tiene sentido. Pero cuando se les enseña cómo “piensa” la IA, porqué deben contrastar los datos, cómo revisar la coherencia de sus respuestas, y, en definitiva, a preguntarse por qué sus respuestas suenan tan convincentes, el aprendizaje se transforma. La IA deja de ser un atajo y se convierte en un espejo: una herramienta que devuelve preguntas, no solo respuestas.


Nos encantó que esta idea resonara con fuerza en la última Conferencia TED (TED IA, Viena, Septiembre 2025) y es que la IA puede ser un asistente o puede ser un instrumento de comprensión. En la UPV, nos empeñamos en que nuestros asesores financieros conozcan las cuatro diferencias:

  1. Frente a hacer el trabajo → ENTENDER el trabajo.

  2. Frente a hacerlo más rápido → hacerlo MEJOR.

  3. Frente a encontrar las respuestas adecuadas → encontrar las PREGUNTAS ADECUADAS.

  4. Frente a automatizar lo conocido → EXPLORAR LO DESCONOCIDO.


Entender el trabajo

El primer paso no es pedirle a la IA que trabaje por ti, sino que te ayude a entender mejor el trabajo que estás haciendo. Empieza por el para qué, no por el qué. Si buscas respuestas rápidas, obtendrás resúmenes correctos pero planos y faltos de profundidad; si buscas comprensión, aparecerán las preguntas que realmente importan.
Pídele que descomponga tu propio razonamiento: “¿Qué hipótesis estoy asumiendo sin darme cuenta?”, “¿qué datos podrían invalidar mi análisis?”, “¿qué perspectivas no estoy considerando?”. Este tipo de diálogo convierte una tarea automatizada en una sesión de pensamiento guiado. No estás produciendo más contenido: estás generando criterio.

Hacerlo mejor

La IA puede acelerar, sí, pero la velocidad sin contraste no es progreso. Pídele que revise tus argumentos como lo haría un comité de riesgos: que encuentre inconsistencias, sesgos o lagunas. Si esperas bajadas de tipos, que modele qué ocurre si la inflación persiste. Si confías en un activo, que te construya el escenario donde deja de ser rentable.
Hacerlo mejor implica usar la IA para someter tus propias ideas a estrés: sensibilidad, liquidez, riesgo moral, coherencia temporal. Úsala como un entrenador de pensamiento. Cuanto más exigente seas con el proceso, más calidad tendrá el resultado.

Encontrar las preguntas adecuadas

La IA puede darte miles de respuestas, pero solo es útil si te ayuda a formular las preguntas correctas. Esa es la frontera entre el usuario pasivo y el pensador activo. Pídele que te muestre los ángulos que no estás viendo: “¿qué explicaciones alternativas podrían justificar este fenómeno?”, “¿qué indicador cambiaría mi conclusión si se moviera un 10%?”.
En análisis financiero, pensar bien es sinónimo de preguntar distinto. Cada buena pregunta abre una bifurcación que el pensamiento automático ignora. Usar la IA de esta manera ensancha el mapa mental y nos hace más sabios.

Explorar lo desconocido

Deja que la IA te lleve más allá de lo que sabes. No para perderte, sino para descubrir. Pídele que te contradiga, que te saque de tu marco de referencia, que simule escenarios incómodos. “Muéstrame tres resultados plausibles que contradigan mi tesis y qué señales anticiparían cada uno”.
Explorar lo desconocido nos ayuda a hacer visibles los riesgos ocultos. En asesoramiento financiero, esto significa reconocer las zonas grises: las variables no controladas, los factores emocionales, los sesgos del cliente y del propio analista. La IA amplia el horizonte, la brújula sigue siendo humana.

Al final, la diferencia está en la intención. En qué le pides y, sobre todo, para qué. Si la usas como asistente, te hará eficiente. Si la usas como espejo, te hará consciente. Y ese matiz lo cambia todo. En el pasado, en un entorno industrial, la eficiencia era el objetivo perseguido pero el contexto actual no basta con producir más, hay que pensar distinto para producir mejor y eso es lo que distingue a un buen profesional.


Así que la próxima vez que abras una conversación con una IA, no le pidas solo respuestas. Pídele preguntas. Pídele que te contradiga, que te saque de tus certezas, que te devuelva el reflejo incómodo de tus propios límites.
Solo entonces dejará de ser un asistente para convertirse en lo que realmente puede ser: una herramienta para pensar.


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