APRENDIZAJE: ¿POSITIVO O NEGATIVO?
Por Santiago Álvarez de Mon. Ex. 17-7-2020.
Segunda quincena de julio ya despunta en el horizonte la vacación estival. Verano atípico, bisagra calurosa entre el pico de la pandemia y lo que el otoño nos depare al respecto, sigue siendo un tiempo ideal para aminorar la marcha, descansar, cambiar de aires y pensar un poco sobre el rumbo no sólo de nuestra carrera profesional sino de nuestra vida. Adelantándome a ese periodo de reflexión y aprendizaje, sobre estos últimos meses me gustaría compartir una inquietud, una sensación de que estamos perdiendo una oportunidad magnífica de trabajar mejor, no digo ni más ni menos; me explico. Para un país acostumbrado al presentismo, a la informalidad y la improvisación, paso importante. Se han liberado horas para planificar, para el estudio individual, rompiendo la inercia organizacional que preside los modos y costumbres de muchas empresas acomodadas en el pasado. Además, la vida personal, familiar, ha encontrado un tiempo y un espacio inédito, renovando relaciones queridas a menudo víctimas de un activismo profesional caótico y contraproducente. Siendo ese el lado positivo de la historia, me imagino a varios profesionales preguntándose de qué estoy hablando, que planeta me estoy inventando. En una sociedad sobreestimulada, en constante estado de alerta, la capacidad de fijar la atención en una tarea, en una persona, se torna rasgo diferencial de la excelencia. Dispersos, eléctricos, la calidad de nuestras conversaciones, de nuestro liderazgo se resiente. El factor humano sigue siendo la asignatura pendiente. Necesitamos reinventarnos desde la serenidad, la confianza, el coraje, la ilusión y el optimismo, y mucha humildad y sentido del humor. Son los dos pilares de un liderazgo asentado en valores eternos y universales.