Comunicación y carácter, un artículo de Santiago Álvarez de Mon.
Ex.17-11.
Independientemente de algunos factores a tener en cuenta –audiencia a la que me dirijo, tiempo concedido, soportes audiovisuales, etc…– subrayaría la importancia de dos cualidades de un buen comunicador. En lugar de dar todo mascadito, mensaje fácil de digerir, el arte de formular preguntas inteligentes, oportunas, que despierten la curiosidad del público, que le saque de su zona de confort, que le invite a viajar a un mundo incierto y desconocido, y la capacidad para dejar hacer al silencio, interlocutor poderoso, incisivo, que dice verdades como puños, que susurra dudas censuradas, o que desmonta excusas muy sutilmente trabajadas. Todos los comunicadores que admiro y de los que intento aprender, confiados y humildes a la vez, manejan el arte de la pausa, dejan que sobre esta reposen y se renueven las inquietudes, intuiciones, dudas, iniciativas, temores, de los asistentes. La pausa cose las palabras que la preceden y siguen, por eso hay que dejarla respirar. Para acabar, el ingrediente distintivo: Tener el coraje moral y la honestidad intelectual de ser uno mismo. Como en tantos ámbitos de la vida, el carácter, no la inteligencia, marca la diferencia.