HACIA UNA BANCA EUROPEA FUERTE
Editorial de Cinco Días. 28 y 28-5
Los supervisores mundiales, europeos y nacional, coinciden en que la hoja de ruta que debe afrontar la banca española y europea tiene tres frentes: digitalización de los servicios, concentración de entidades y recorte de gastos. La receta parece ser el mejor blindaje para el futuro de un sector que está operando en condiciones excepcionalmente adversas. El entorno de tipos cero e incluso tipos negativos que ha impuesto la política monetaria del BCE ha estrechado de forma severa los márgenes de negocio. La carrera tecnológica trae implícita ya otra de las exigencias que imponen los tiempos: el recorte de gastos. Los expertos apuntan a la necesidad de otra vuelta de tuerca que se saldaría con menos entidades y con un número de sucursales inferior al que existía en los ochenta, es decir, menos de 25.500 oficinas frente a las más de 31.000 del pasado año.
Pero sin duda es la tercera recomendación –la consolidación– la que encuentra más resistencias y dificultades. Los mercados no se muestran propicios a apostar por un sector cuya rentabilidad se ha reducido drásticamente, más aún cuando cualquier operación debería ir acompañada de una ampliación de capital con el consiguiente riesgo de penalización de los inversores. Ese riesgo es el que ha debido desafiar el Popular. Este banco ha mantenido hasta ahora férreamente su vocación de independencia.
Sin embargo, tanto la apuesta por la unión bancaria en Europa como las dificultades que ofrecen un mercado comunitario fragmentado y una economía europea todavía en fase de recuperación apuntan a la necesidad de avanzar hacia una consolidación en la banca del Viejo Continente.