BENEFICIOS DE SALIR DE TU “ZONA DE CONFORT”
Un artículo de Arantxa Bustillo en E & E. 9-7.
Dar el salto siempre es difícil, pero a veces es imprescindible para seguir creciendo profesionalmente. En muchas ocasiones nos engulle la rutina y no vemos más allá de las tareas que ya controlamos. Un error si lo que buscas es convertirte en uno de los mejores de tu campo.
“La zona de confort es un estado psicológico que nos permite vivir en una burbuja de comodidad con una rutina sin sobresaltos”, define Regader para quien, “en cierto modo todos tenemos tendencia a permanecer en ese espacio, porque nos ofrece una serie de sensaciones positivas en nuestra vida. Pero puede ser un arma de doble filo”.
Dar el salto. Si tan cómodo es este estado, ¿para qué salir? Esto seguramente nos lo hayamos preguntado todos alguna vez tras escuchar a algún amigo que nos cuenta que ha dejado el trabajo para buscar otros destinos profesionales. Así, sin precisar. En ese momento se nos habrá helado la sangre porque habremos sentido el vértigo que nuestro colega, sin embargo, maquilla con muchas dosis de ilusión y motivación. Esas que no le habíamos visto desde hacía tiempo. Y es que eso es lo que ofrece el salto: autoconfianza, afrontar nuevos retos, abrir otras puertas. “Es más, si no salimos de nuestra zona de confort, podemos ver que nuestra realidad (social, profesional) y nuestra felicidad son cada vez más reducidas, y las situaciones que vivamos serán rutinarias sin ningún tipo de incentivo”, advierte Regader.
Para todos los públicos “Desde que nacemos estamos saliendo continuamente de nuestra zona de confort. Los primeros pasos son una clara muestra de ello”, reflexiona Diego Vicente. De niños necesitamos el cambio como forma de vida. Cambiamos de juegos, de curso, de compañeros de clase, de profesores, etcétera. El miedo a lo desconocido es entendido, a esas edades, como una inyección de adrenalina que nos anima a seguir transformándonos. Sin embargo, el miedo al cambio nos abduce a través de una cultura de la que bebemos y que, quizá, habría que mejorar. Para ejemplo, el que ofrece el profesor de comportamiento organizacional de IE Business School, quien nos muestra a unos niños subiéndose a un árbol mientras sus tutores les gritan desde abajo “¡cuidado, que os vais a caer!”. Una reacción que nada tiene que ver con la que tendrían ciertas tribus norteamericanas que, ante esa misma situación, los mayores dicen a los niños “¡a ver hasta dónde llegáis!”.
De ahí que, cuando tenemos uso de razón y hemos conseguido superar ciertos hitos –acabar la carrera, lograr un trabajo que encaje con nuestras capacidades, tener una experiencia internacional– nos acomodemos en nuestra particular jaula de oro. “Salir de la zona de confort debería ser casi una obligación”. Es cuestión de voluntad y de darnos cuenta de todo lo que podemos estar perdiéndonos si permanecemos en una burbuja tan cómoda. Toda persona que considere que quiere hacer más rica su vida y su entorno tendría que estar pensando en abandonar la monotonía conocida y vivir nuevas experiencias, hacer otras cosas.
“En definitiva, desafiar la dinámica mediocre que a veces se instala en nuestra existencia”, asegura Regader. Si todavía no te convence el salto al vacío. Si necesitas más tiempo para hacerte a la idea de que hay vida fuera de esas cuatro paredes que se han convertido en tu paisaje diario, intenta una solución intermedia. Javier Moral recomienda “ampliar la zona de confort, es decir, fijarse nuevas metas sin aventurarse a un cambio radical ”.