UNA NOCHE PARA SOÑAR
Un artículo de Santiago Álvarez de Mon en Expansión 6-1.
“Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido a mi pesar. Si no agrandas la puerta, Padre, achícame por piedad, vuélveme a la edad aquella que vivir era soñar.” Así reza uno de los poemas que nos dejó Don Miguel de Unamuno. No es casualidad que haya elegido este texto. Escribo esta columna a primera hora de una mañana fría y nublada en Madrid. Esta tarde se celebra la tradicional Cabalgata de Reyes, y mañana (hoy para los lectores) llegarán sus Majestades a los diferentes hogares de España. Retrocediendo por el túnel del tiempo todavía recuerdo feliz los Reyes Magos de mi infancia. Ya en plena madurez, ¿qué ha sido de nuestros sueños? ¿Los tenemos despiertos, o son pasto fácil de nuestro subconsciente nocturno? Si pertenecen a nuestra vigilia mental, ¿son propios, genuinos, personales, alcanzables, una invitación a crecer y realizar nuestro mejor potencial, o son de segunda mano, prestados del entorno, un modo sutil de sortearnos a nosotros mismos, de salirnos de nuestros bordes, un camino rayado que desemboca inevitablemente en frustración? Pienso sinceramente que los niños y los más mayores son los que mejor entienden estas cosas. ¡Felices Reyes!, estimado lector, le animo a volver a la edad aquella que vivir era soñar. Mandemos por unas horas al rincón al adulto que somos, y viajemos hacia atrás y hacia delante sin ninguna aprensión para encontrarnos con las generaciones que nos preceden y continúan. Enfrascados en amena tertulia con ellas, nos iría mucho mejor en las “grandes” cuestiones de la vida que tanto nos desazonan.