UN MUNDO CABREADO
Por Santiago Álvarez de Mon. Expansión 25-10.
Parece como si una ola de indignación generalizada recorriera el mundo, amenazando con derribar diques otrora intocables. Evidentemente, cada conflicto tiene su propia peculiaridad, cada país es un mundo aparte. ¿A qué se debe este estado social de crispación y protesta? ¿Cuáles son los motivos de este tsunami mundial de irritabilidad y tensión? Con la máxima cautela, pensando en los países de nuestro ámbito occidental, me atrevería a apuntar tres causas explicativasde un organismo social tan deteriorado. La primera razón es de índole económica. La desigualdadsigue siendo la asignatura pendiente en muchos países. La segunda es de naturaleza política. La confianza en las clases dirigentes se desploma,la democracia se resiente, trasladándose el debate del Parlamento a la calle. El creciente divorcio entre los ciudadanos y sus representantes requiere de un trabajo quirúrgico de reconstrucción de la confianza estratégico y urgente. Solo desde la ejemplaridad de los gobernantes se podrá acometer. La tercera razón es más profunda y delicada. A cualquier observador atento y ecuánime de la realidad le sorprende el nivel de ira y odio acumulados. Muchos de los manifestantes son estudiantes acomodados, hijos de un sistema que les ha hablado más de derechos que de deberes, más de libertades que de responsabilidades. Refugiados en la tribu que piensa, siente y actúa por ellos, brotan incontrolables sus frustraciones y contradicciones más íntimas. Podían aprender de Gandhi: toda revolución empieza por uno mismo. A todos nos vendría bien una buena dosis de meditación en soledad y silencio; los mejores antídotos contra la jauría.