¿CIENCIAS O LETRAS?
POR ANTONIO GARRIGUES WALKER EN LA TERCERA DE ABC. 22-10.
Las universidades españolas y en conjunto nuestro sistema educativo tienen que reaccionar y poner en marcha sin más demoras un proceso de adaptación a los tiempos actuales y entre otras tareas pendientes destacan especialmente tres: la eliminación de la separación radical entre ciencias y letras, la aplicación general del método del caso y el desarrollo intensivo del bilingüismo. Este último tema es decisivo, porque aunque tengamos un idioma tan importante como el nuestro (el tercero más hablado del mundo) el conocimiento de otras lenguas es pobre. Ha mejorado algo el uso del inglés, pero idiomas como el chino, el japonés y el árabe y en menor medida el alemán son prácticamente desconocidos en España y su conocimiento supondría una importante ventaja competitiva y prácticamente un seguro de trabajo. Ello ayudaría así mismo a un mejor conocimiento de la geopolítica, un tema por el que no se tiene en nuestro país y especialmente entre los universitarios un especial interés. La aplicación general del «método del caso» aunque ya está implantado en nuestras escuelas de negocio más importantes, y, aunque ya empieza a asumirse a nivel académico, le falta mucho recorrido en muchas universidades públicas y privadas. Lo importante para Langdell era estudiar las realidades jurídicas, económicas y sociológicas de una manera más realista y más práctica, obligando a los profesores y a los alumnos a llevar a cabo análisis más directos, ejercicios de comparación y debates contradictorios con el objetivo de buscar alternativas y soluciones concretas a problemas concretos. El tema más preocupante es el que obliga a los universitarios a optar entre ciencias y letras. Hay que estudiar ciencias y letras, matemáticas y humanidades, algoritmos y emociones. No creo que España sea el peor país europeo en el mundo educativo pero estoy convencido de que tenemos, en efecto, una enorme resistencia al cambio y una pereza innovativa profunda e inexplicable, aunque ya existan algunas excepciones -Ashoka y otros pocos ejemplos- que podrían dar base a un cierto optimismo. En cualquier caso hay que mantener vivo este debate y habrá que hacerlo en el seno de la sociedad civil dando por seguro que el mundo político no está en condiciones de asumirlo.