EL ORDEN NATURAL DE LOS FACTORES
Por Santiago Álvarez de Mon, en Ex.8-3.
La tesis de Kellaway es que, a medida que acumulamos kilómetros en nuestro viaje, es más factible prescindir de nuestras máscaras y reconocer nuestro verdadero rostro, distinguir la piel de la camisa. “Cuando somos jóvenes, imaginamos que el estatus viene de fuera. La aprobación, la promoción, la competición… proceden del exterior. Ahora que he envejecido me doy cuenta de que mis ideas sobre el estatus vienen de mi interior. Mis propios criterios de evaluación sobre mi contribución real, sobre el valor de lo que hago”. Dos apuntes breves. Con ser relevante lo que se hace, escribir, enseñar, más importante resulta cómo se hace, cuál es el propósito último que inspira nuestra acción. Ahí surge poderosa la idea de servir, a los ciudadanos desde los medios de comunicación, a los alumnos desde las aulas de un colegio. Por último, el orden de los factores puede alterar el producto final. ¿Qué es objetivo, qué es consecuencia? ¿Qué está bajo nuestro control, que queda fuera del mismo? Sobran los ejemplos. Como profesor, ¿me centro en el proceso de aprendizaje, en los alumnos, o estoy pendiente de su opinión, de su evaluación posterior, de los índices de popularidad? Como profesional cualquiera, ¿trabajo movilizando mi talento y voluntad, o estoy pendiente de una hipotética promoción? ¿Cubro las distintas etapas de mi carrera profesional fijándome en el núcleo esencial de las tareas encomendadas, o vivo pendiente de mi imagen pública, de mi caché en el mercado, del prestigio de mi marca personal? La hipermotivación puede ser contraproducente. A menudo la vida nos enseña que la mejor manera de obtener algo es no desearlo demasiado. La excelencia suele tener el sello de la sorpresa, de lo imprevisible.