NADAL, LA EXMINISTRA Y EL ‘FAIR PLAY’
De un artículo de Santiago Álvarez de Mon en Expansión 16-3.
La práctica deportiva te enseña a ganar y a perder, te entrena para el río de la vida, donde constantemente ganamos… y perdemos. Aprendes a trabajar en equipo, a pensar en los demás. Facilita convivir con la presión de la competición. Jugadores maravillosos en el entrenamiento se encogen cuando llega la hora de la verdad. Enfrentarse a esa cita ineludible obliga a curtir el carácter, a desarrollar una actitud decidida. Ayuda a trabajar la concentración, atando una mente saltarina al momento presente. Invita a descubrir talentos ocultos que alimentan la confianza y la autoestima. Es una impagable escuela en valores. Desde el esfuerzo y el espíritu de sacrificio –la constancia y la tenacidad moldean el alma del deportista– hasta la paciencia, la humildad, el compañerismo, el optimismo, imprescindibles para gestionar los baches y derrotas del camino. Te anima a vivir principios filosóficos –honestidad, sinceridad, justicia, integridad…–, decisivos para una vida buena.
Estamos hablando de una familia que ha hecho de la educación su guía filosófica y vital. No se entiende el comportamiento en la pista de Rafa, ni un mal gesto, ni una excusa, ni una raqueta tirada, ni una mentira, sin referirnos a una sólida educación familiar, exigente y cercana. Lo que hace a Rafa distinto no es su técnica atípica, su fortaleza física, sino una cabeza privilegiada que ha sido trabajada en la verdad, la honestidad y la responsabilidad individual. La señora Bachelot, (que ha acusado a Rafael Nadal de dopaje), en su miseria moral, es incapaz de entender y agradecer el mejor legado de Nadal. Me alegro sinceramente de que Rafa y su gente hayan contestado con celeridad y contundencia. Personas honestas, deportistas limpios, se citan con ella en los tribunales. Pongo la mano en el fuego por Rafa, no me gustaría estar en el pellejo judicial de Bachelot. Fair play, señora.