ANTONIO RUIZ VA, Director Académico del ICLD en EE
El curso pretende sacarles de su actividad cotidiana para hacerles reflexionar sobre dos cosas principales: ser más eficientes y mejorar la relación con los subordinados, con los superiores y con sus pares, pero para conseguir eso primero hay que ser capaces de relacionarse mejor con uno mismo.
Por eso, el programa incluye desde hábitos de vida saludable –con grandes profesionales de la alimentación, la educación física y la psicología positiva– hasta intervenciones sobre filosofía, antropología, o coloquios que versan sobre la ciencia, la música, el arte o el futuro.
Contamos con profesionales del coaching (one to one), que aplican dinámicas grupales y modelos de transformación personales y grupales. Tras toda esta semana de trabajo es cuando se reconocen en condiciones de iniciar un proceso de transformación. Esta primera semana del programa es para alertarlos y llamarles la atención, “sacudirlos” –por así decirlo–, y advertirles de que lo pueden hacer mejor, y que además les vamos a dar las herramientas para conseguirlo. Es un primer paso de un camino, eso sí, un primer paso efectivo. Después de la semana de reclusión tienen que hacer unos trabajos en equipo.
Los altos directivos participan en el curso para contar lo que les ha sucedido en la vida y qué barreras han tenido que vencer para llegar a sonde están. Les exigimos –y lo digo claramente– que cuenten dónde se han equivocado, dónde han cometido errores, porque de lo contrario no son creíbles. No es posible que los altos directivos de este país no hayan errado. Aquí se sienten libres de explicar sus fallos, algo que tampoco en sus propias organizaciones es fácil que suceda, y de ello, y de primera mano, aprenden los alumnos.