CORRUPCIÓN, TOCANDO FONDO
Un artículo de Santiago Álvarez de Mon en Expansión 5-5.
Entresacamos lo siguiente:
Fariseísmo. ¿Alguno es tan ingenuo de creer que vivimos en una sociedad totalmente limpia, transparente, honrada, recta, que sufre estoicamente las felonías de su clase política? No seré yo quien le saque a ésta las castañas del fuego, pero pensar que el problema aqueja solo a nuestros representantes es cuanto menos ingenuo. Demasiados sectores y actividades han prosperado al calor del poder político de turno. El asunto es endémico y, sólo si se acierta en el diagnóstico y tratamiento, curaremos al enfermo. Dicho esto, sobran golpes cínicos de pecho, histrionismo verbal cuando la mierda es de otro partido, mientras se guarda un silencio vergonzoso cuando pillan a los nuestros. Los que más se escandalizan son los más dudosos. Acuérdense del míreme a los ojos, del señor Hernández Moltó.
Medios de comunicación. El cuarto poder entra en escena. La relación político-periodista es quebradiza por naturaleza. Complicidad, intereses ocultos, favores mutuos, silencios oportunos, exclusivas rentables… jalonan la vida de pareja tan curiosa. ¿Por qué salen unos casos y no otros? En esta ciénaga moral bueno sería que, en lugar de participar del circo mediático, se entonara un mea culpa y se ajustara la palabra precisa a los hechos contrastados e indiscutibles.
Un apunte final. Pese a todo, hay motivos fundados para la esperanza y el optimismo. La sensibilidad de la ciudadanía es mayor, también su espíritu crítico. Un porcentaje mayoritario de la población española es gente honrada que sale a currarse el bienestar y desarrollo de los suyos. Todo aquél que quiera ejercer el liderazgo debería tomar buena nota, especialmente el partido que sustenta la acción del Gobierno. Sin una actitud y comportamientos ejemplares, su credibilidad, prestigio y confianza se resienten de modo irreversible.