CUESTIÓN DE CONFIANZA
Por Santiago Álvarez de Mon. Ex. 7-10-22.
Distinta de la ingenuidad, son fronterizas, la confianza imprime un aire fresco y limpio a nuestras relaciones, invitando al otro a sacar su mejor versión. Falto de confianza en sí mismo, dudoso, escéptico de sus posibilidades, necesita y merece que alguien apueste por él. Imposible hacerlo, lógicamente, si no creemos en nosotros mismos, si somos un manojo de miedos, dudas, inseguridades, mentiras. De todos es sabido que la confianza es una inversión a largo plazo, una tarea diaria, un compromiso innegociable, una planta que cuidar. Paradójicamente, del mismo modo que cuesta y requiere un cultivo periódico, se destruye en cuestión de segundos. Como los castillos que en la infancia construíamos en la playa, venía la ola o un patoso y los destruían en un segundo. Una acción reprobable, una salida de tono, una conducta irregular, una mentira, una trampa cocinada interesadamente, y todo se va al garete. Un cristal aparentemente robusto y resistente, salta hecho añicos, ahora vete tú y repáralo. De ahí la importancia estratégica del ejemplo, nuestra conducta nos delata. Como dice el refranero popular, “obras son amores y no buenas razones”.