EL PADRINO IV
ABC EMPRESA. 22-5.
De un artículo de Iñaki Ortega, Profesor de Deusto Business School.
Hoy cada minuto se crean 3.000 nuevos malware, contracción de las palabras inglesas malicious y software, que podemos traducir como códigos malignos, un programa informático que tiene por objetivo infiltrarse en una computadora sin el consentimiento de su propietario. Llevan años causando estragos no solo entre empresas y particulares sino también en infraestructuras críticas, como el reciente ataque a una central nuclear iraní o al sistema eléctrico de Ucrania. Todos los informes especializados y las memorias oficiales de delitos de los países desarrollados alertan de su crecimiento exponencial y ya lidera el ranking de las más importantes amenazas de nuestros días.
Hoy el cibercrimen es quizás la empresa más rentable del mundo y por eso cada vez es más difícil ponerle freno. Los sistemas antivirus apenas repelen una fracción de estos programas y las agencias de seguridad de los países más poderosos del mundo reconocen que luchan contra un enemigo que tiene cada vez más dinero y más gente preparada a su servicio. Conviene, por tanto, dedicar unas líneas a explicar que el cibercrimen es ya una industria como la automoción o la banca. Una industria criminal pero lucrativa y en expansión.
En España hemos sufrido según datos oficiales más de 7.000 “incidentes” en infraestructuras críticas y somos el tercer país del mundo con más ataques después del Reino Unido y Estados Unidos. Ante este panorama, desengañémonos, las agencias de seguridad de las grandes potencias poco pueden hacer y simplemente nos queda aspirar a minimizar daños concienciando a empresas y particulares para que por ejemplo hagan copias de seguridad.
Inevitablemente a lo largo de nuestra vida vamos a ser hackeados así que solo nos quedará dar una respuesta rápida al ataque. Pero queda una posibilidad, conseguir crear una industria de ciberseguridad, un ejército de empresas y hacker buenos que luchen, con sus propias armas, en su propio terreno, para vencerles y así alimentar toda una economía del bien que genere importantes beneficios que se reinviertan para innovar en nuevos productos y servicios más potentes que los del mal.
Todavía estamos muy lejos de lograrlo pero la aparición de una serie de startups, con talentosos emprendedores también en nuestro país como por ejemplo blueliv o counter craft, son la esperanza de que esta guerra puede ganarse.