INTEGRACIONES BANCARIAS: EQUILIBRIO ENTRE EFICIENCIA Y COMPETENCIA por Ángel Berges y Fernando Rojas. Empresa Global – edición 209, diciembre 2020
La exigua rentabilidad bancaria, en un contexto de tipos cero o negativos, y sin crecimiento de negocio, es el principal problema de la banca española y europea desde hace más de un lustro, y sin duda el primer factor explicativo de su reducida valoración en el mercado. Con la crisis sobrevenida provocada por la COVID-19, esa rentabilidad está aún más en entredicho, y así lo ha reflejado el mercado bursátil, con una penalización a la banca mucho más intensa que al resto de sectores cotizados. Adicionalmente, se ha puesto de manifiesto que el modelo de producción tradicional está lejos de ser la solución para resolver estos problemas, poniendo de nuevo de actualidad a las fusiones como vía para conseguir mejoras de eficiencia. Sin embargo, esas mejoras de eficiencia, mucho más obvias en el caso de fusiones nacionales que transfronterizas, incrementan de forma notable el grado de concentración bancaria.
Cuando todavía no se han terminado de digerir todos los efectos de la crisis anterior, el sector bancario se está enfrentando a una nueva crisis, pero en esta ocasión sobrevenida y con un origen fuera del ámbito económico-financiero, derivada de las medidas tomadas para frenar la pandemia de la COVID-19, y que sin duda tendrá importantes implicaciones para la banca en términos de deterioro de sus activos.
Asimismo, las medidas tomadas para frenar la pandemia han situado a la banca como protagonista en la canalización de las mismas. Así, por ejemplo, la dinámica del crédito registra inflexiones muy relevantes respecto a años anteriores, con una fuerte aceleración del crédito a empresas y desaceleración del crédito a hogares. Por otra parte, la rentabilidad del crédito se ve afectada, tanto por la agudización del escenario de tipos bajos (o negativos), como por las moratorias concedidas y, en última instancia, por la dinámica competitiva sectorial.