LAS REFLEXIONES SON PARA EL VERANO
Por Emilio Gutiérrez, Director de EGV.
El paso de los siglos no hace sino que reforzar los viejos mensajes. A la capacidad de escuchar lo que los demás no nos dicen y ver más allá de lo que nuestro ojos ven, sería una buena definición de la empatía en clara alusión a la necesidad de ir más allá de las palabras y los hechos evidentes, para introducirnos en el terreno de las emociones como ya nos referíamos en nuestro artículo de 27 de marzo «El problema de escuchar para comprender» al que se puede acceder en nuestro blog (el-problema-de-escuchar-para-comprender). En un mundo globalizado y competitivo como el de hoy, con organizaciones en las que sus protagonistas luchan por el éxito de forma a veces despiadada, nos abocamos a ignorar la realidad que hay detrás de cada persona, de cada colaborador, de cada miembro de nuestro equipo, limitando nuestra capacidad de escucha a los sonidos que oyera en su primer desplazamiento al bosque nuestro príncipe T’ai y no siempre tenemos a nuestro alcance a un gran maestro como Pan Ku, que nos invite y exhorte a volver al bosque en busca de nuevos sonidos. De ahí se derivan situaciones exitosas de algunos que menoscaban y arrinconan las realidades de los que hacen posible su éxito, en un ejercicio de egoísmo, seguro que a veces involuntario, o de cierta perversión cuando se es consciente de que se está dejando de escuchar lo que no nos dicen los que, en la mayoría de las ocasiones, son los verdaderos protagonistas de los logros que figuran en nuestro propio cuadro de méritos.
Son esos sonidos silenciosos de los mensajes que recibimos, a veces imperceptibles, los que nos dan verdadera información sobre las posibilidades reales de acometer con éxito un proyecto mediante la colaboración, la implicación y el compromiso del equipo, los que acentúan el posicionamiento del líder generando credibilidad y los que, en definitiva, nos permiten compartir nuestro medallero personal con el resto del equipo.