NEOLUDISMOS BANCARIOS
Por José María Roldán, Presidente de la Asociación Española de Banca. Ex. 1-1-21.
En el ámbito de los ciudadanos, este proceso de transformación exige un aprendizaje y puesta al día desafiante. Nadie, sin embargo, se puede quedar atrás porque eso afectaría no sólo a las oportunidades de encontrar trabajo sino a la misma realización personal, esto es, a la posibilidad de aprender, acceder a la información y relacionarse. Esto requiere de un gran esfuerzo de adaptación por parte de todos, ciudadanos, empresas y sector público. Estos tres ámbitos tienen que compartir la responsabilidad de que la educación en la tecnología y la provisión de servicios digitales, a través de una banda ancha de internet, sea accesible para todos los ciudadanos, en sentido físico y económico, no importa donde vivan o qué edad tengan. Nadie puede quedar atrás porque no disponga de medios y conocimientos. Si alguien utiliza una máquina de escribir, que sea porque así lo desea, no porque carezca de un ordenador o no sepa utilizar un procesador de texto.
Debemos pensar, además, en cómo preservar el contacto personal en el frío mundo digital. En nuestro sector, ese papel lo juegan los empleados bancarios, que siguen dando al cliente ese servicio personal, cercano y a medida que tanto se echa de menos cuando la oficina bancaria se traslada unos metros más lejos o cierra sus puertas. Pese a esta labor callada e imprescindible de los empleados bancarios, estos han sido siempre los grandes olvidados, y en particular lo han sido ahora, durante la crisis sanitaria. En lo peor de la pandemia, ellos estaban allí, al frente de las sucursales, atendiendo a los clientes, a los particulares y al más de medio millón de empresas que se quedaron sin liquidez cuando tuvieron que cerrar sus puertas. Sin embargo, resulta doloroso no escuchar ni una palabra de agradecimiento, ni una mención cuando se cita a los numerosos colectivos de trabajadores que nos atendieron durante el confinamiento y siguen haciéndolo.